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Nahila Hernández, a un paso de completar la Triple Corona, relata su experiencia en Bigfoot 200

La Bigfoot 200 fue la primera de las tres pruebas de doscientas millas a las que se enfrenta Nahila Hernández en apenas dos meses. Esta es su experiencia, contada por ella misma.

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Hablar de Nahila Hernández es hacerlo de la, sin duda, ultrafondista latinoamericana más importante. Los 4 Deserts, el Marathon des Sables o la Badwater son algunas de sus conquistas entre las que destacan también proyectos personales como el cruce del Desierto de Atacama. En 2018 se ha propuesto completar la triple corona de las doscientas millas que se organizan en Estados Unidos: Bigfoot 200, Tahoe 200 y Moab 200.

La Bigfoot 200, el pasado mes de agosto, fue la primera de esas tres pruebas de doscientas millas. Esta es la experiencia de Nahila contada por ella misma que también puedes leer, junto con más fotografías, en su perfil de Facebook.

3, 2, 1 salimos! Yo, súper conservadora ya que el primer tramo era muy rocoso, la tirada muy larga y las lesiones, múltiples. Varios kilómetros de puras piedras volcánicas en cuatro patas casi (no llevaba bastones entonces), trepando por zonas donde el Volcán Santa Helena hizo erupción en 1980; donde 57 personas murieron, 25 casas, 47 puentes, 24 kilómetros de vías férreas y 300 kilómetros de autopista quedaron destruidos, según resume Wikipedia. La erupción causó una masiva avalancha de escombros, reduciendo su cumbre desde 2,950 m a 2,550 msnm y reemplazándola con un cráter en forma de herradura de 1,5 km de ancho que pude ver con mis propios ojos.

Objetivos: Terminar sin destruirme pensando en la siguiente carrera, proteger mis pies, conocer mi respuesta a esa distancia en modalidad non stop. Los kilómetros diarios no los tenía predefinidos porque iría leyendo mi lenguaje interno, lo que si quería hacer las primeras 100 millas cerca de las 36 horas. Pasa de todo en una distancia tan larga… la primera noche Andrea López fue mi pacer, nos aburrimos de lo mismo, pasamos algunas zonas peligrosas, me caí y me quedé con una pierna colgando del barranco, por suerte ella me agarró rapidísimo y así… pasamos ese tramo de unos 30 y tantos km. Al amanecer, vi a una corredora incumpliendo el reglamento (teniendo asistencia en ruta, cuando esto no estaba permitido) y me desanimó mucho.

La segunda noche, Cristian se fue conmigo, puras subidas, rocas y más rocas, sensación de estar perdidos por muchos kilómetros, ya que había un tramo donde no estaba clara la señalización; caídas, golpes y más…llegaba la madrugada y con tan solo hora y media de sueño en casi 48 hrs, empecé a ver los árboles que se hundían y subían. Le dije a Cristian “estoy empezando a alucinar así que voy a descansar” y fue lo que hicimos al llegar al siguiente check point.

Sigo en ruta, a buen ritmo, es la mañana, acabo de dejar el CP hace unos 4 kms, veo algo que se mueve en la misma dirección que yo, ¡¡¡a unos 50 metros un OSO!!! Me concentro en calmarme y hacer todo lo que sabía que se recomienda en estas situaciones, pero el corazón se me quería salir del pecho, pensé que me daría un infarto…. Sigo caminando, un km después me encuentro un corredor gringo que venía igual de asustado, no lo vio, pero lo escuchó: ¿decidimos continuar juntos por un rato, unos disparos nos sacan del ensimismamiento, ahora qué? ¿¿¿Cazadores???

La 3ra noche decido parar y dormir más, básicamente porque voy sin pacer, no veo bien de noche y la ruta describía un cruce de río grande con sólo un tronco para pasarlo. Salgo casi a las 5 am del CP después de casi 8 hrs de parada (innecesarias, pero parte del aprendizaje). Así, pasaron los kilómetros, las vivencias y las horas…Los últimos 35 o 40 kms fueron trotables. Con casi 300 kms en las piernas, días de desgaste físico y mental, me sentí libre: libre de correr, de sostener un ritmo hasta cruzar la meta.

 

 

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