Un medio global especializado en Trail Running

El corredor que soy. Reflexiones tras 20.000 kilómetros

Nuestro compañero David Sánchez ha superado la barrera de los veinte mil kilómetros desde que comenzó a correr, tras una caída en bicicleta que le hizo cambiar de deporte. Estas son sus reflexiones tras casi diez años con las zapatillas puestas.

0

Pues llegué a los 20.000 kilómetros, media vuelta al mundo por su ecuador.

Hace poco más de 9 años una caída en bici con fractura de codo hizo que empezara a correr. 10 minutos el primer día que se me hicieron eternos y el corazón se me salía, esto es imposible, pensé. Meses después el tiempo iba aumentando y compré un GPS Nike + que empezó a notariar desde entonces hasta ahora todos mis kilómetros… hoy llegamos a esa cifra. Y había que celebrarlo como se merecía, en el lugar donde su unificó el correr y la montaña para adquirir otra dimensión mucho más grande. Mi querida ruta Cercedilla-Bola-Maliciosa, como debe ser.

El correr (el trail, el running… o como os guste llamarlo) supuso un antes y un después en mi vida. Lo primero que me descubrió fue un mundo nuevo en el que he podido conocer lugares increíbles, carreras perfectas, países con bellas montañas, rutas de ensueño… pero también gente increíble e imprescindible ahora en mi vida. Aunque sobre todo me ha hecho conocerme mejor a mí mismo. Porque esto del correr tiene mucho de introspección y de autodescubrimiento. Empiezas a entender frases hechas que por manidas dejan de tener sentido y suenan vacías. El “querer es poder”, “no hay límites”, “más alto, más lejos, más rápido” y un largo etcétera. Pues todo ello cobra sentido cuando decides hacerte corredor de ultra distancia. Partiendo de la base de mis capacidades prácticamente nulas para el atletismo he descubierto que la perseverancia lo puede todo. Hace un par de años dejé de entrenar propiamente dicho, de hacer series, de seguir un planteamiento técnico y práctico para mejorar. Lo hice y mejoré muchísimo… pero también acabó con mis ganas de calzarme las zapatillas y salir a disfrutar. Esa es la palabra clave de todo esto: DISFRUTAR. No quiero perderlo y para ello he sacrificado el entrenamiento guiado para centrarme en hacer lo que me apetezca cuando me apetezca. Algo que, indudablemente, merma tu capacidad competitiva y de pasar del primer tercio de una carrera a su últimas posiciones. Pero gracias a ello he vuelto a salir con ilusión en las salidas, sin ninguna presión añadida que regalarme los ojos, airearme los pulmones y ser un poquito mejor al acabar. Sobre todo me he dado cuenta que en la larga distancia tengo mi hueco.

No soy rápido, no soy fuerte ni estoy delgado; soy todo lo contrario. La única cualidad de la que dispongo es mi cabeza que se amolda bien en tiradas infinitas y al que el cuerpo, dolorido, no puede sino que seguir ante su inflexibilidad. En esto 9 años ha habido de todo. He aprendido a conocerme mucho mejor, a valorar las cosas con una relatividad necesaria y a “no preocuparme”. He aprendido a quererme, pero también a odiarme, a exigirme pero también a ser permisivo. En definitiva a llevarme mejor con mi forma de ser. El correr también me ha hecho llorar, de sufrimiento y de dolor, de angustia e incompetencia, de rozaduras y de lesiones… pero todo ello queda olvidado porque también he llorado de alegría, de una felicidad plena que no se puede encorsetar con palabras y me eriza la piel. Esas entradas en metas con mi familia y amigos. Donde están tan KO que es sólo a través de sus ojos puedes darte cuenta de lo que has hecho. Esa felicidad por llevarte un poco más allá de lo que habías imaginado… esa felicidad sólo la entiende quien acaba un ultra habiéndolas pasado muy mal muchas horas en la montaña rusa que son estas carreras y que resumen en sentimientos y sensaciones una vida entera.

Nunca podré agradecer a esto del correr los grandes amigos que he encontrado por el camino y que ahora tengo por todo el mundo (sobre todo en casa), porque si algo caracteriza a la gente que corre es que disfrutamos de una pasión común donde el compañerismo y el buen rollo campean a sus anchas. Por no hablar del gusto que le he cogido a la cerveza desde que practico deporte y es con esos corredores con los que mejor sabe. También te das cuenta que disfrutas más en aventuras con esos amigos que ponerte un dorsal.

Muchos kilómetros y una familia es algo complicado, pero todo se soluciona cuando tienes una gran mujer al lado y unos hijos que se extrañan si no sales algún día a correr. Espero que ellos algún día puedan disfrutar de esta felicidad que da calzarse unas zapatillas y salir, si es al monte mejor, pero si es a quemar asfalto, también. La vida sobre zapatillas se ve de una forma muy diferente y los problemas o se solucionan o son menos problemas… porque no huyes sino que vas a su encuentro.

Porque la vida corriendo… pasa mejor… a completar la vuelta al ecuador.

 

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.