Kilian Jornet regresó a Western States Endurance Run por primera vez en más de una década, no en busca de nostalgia, sino para poner a prueba su precisión. En una carrera en la que nueve atletas superaron el ritmo del récord del recorrido desde el principio, Kilian mantuvo la calma y dejó que los datos y el instinto marcaran su esfuerzo. A pesar del calor y la expectación de una implacable carrera de 100,2 millas, fue ganando impulso y acercándose al podio en cada avituallamiento. Al cruzar la línea de meta, quedó tercero en la clasificación general con un tiempo de 14:19:22, su mejor marca en la WSER por más de 80 minutos.
Kilian no es ningún desconocido en Western States. Debutó en 2010 y ganó en 2011. Mucho ha cambiado en los catorce años transcurridos desde entonces. Él es mayor y la carrera es más rápida. «En aquel entonces, todo era descubrimiento e instinto. Esta vez, he realizado un entrenamiento muy específico.»

En la milla 44 (km 71), Kilian cruzó el avituallamiento «Last Chance» en octava posición, lo que marcaba el inicio de un tramo de 4½ millas (7km) con algunas de las bajadas y subidas más empinadas del recorrido. Su esfuerzo decayó un poco durante la bajada más técnica, pero le dio la vuelta al partido y volvió a su ritmo previsto en la subida al siguiente avituallamiento, Devil’s Thumb. Durante esa subida, pasó del octavo al tercer puesto. Continuó con esta estrategia también en las siguientes subidas. Mientras los demás luchaban contra el calor y el terreno con urgencia, Kilian se ciñó al plan. No estaba compitiendo contra el reloj, sino respetando el recorrido, y cuando sintiera que la carrera estaba cambiando, tendría reservas para responder. «En los cañones, me lo tomé con calma en las bajadas para no destrozarme los músculos, y en las subidas pude apretar bien. Hasta el cruce del río [en la milla 78 (km 125)], intenté controlar el ritmo y el calor.»
En las 90 millas (km 145), Kilian estaba a 8½ minutos del segundo clasificado. En esas últimas diez millas, redujo la distancia a menos de dos minutos. «En los últimos ocho kilómetros, me dijeron que los que iban delante estaban muy cerca. Me sorprendió y traté de esforzarme aún más. Fue agradable sentirme fuerte al terminar la carrera.» Ese tipo de final no se consigue por casualidad. Es el resultado de la ejecución paciente de un plan de carrera cuidadosamente elaborado. Esa lección magistral sobre cómo dosificar las fuerzas le dio la energía necesaria para un final fuerte, algo de lo que todos los corredores pueden beneficiarse, independientemente de la distancia.
Para Kilian, el ritmo comienza mucho antes de la línea de salida. En el entrenamiento, utiliza métricas basadas en el esfuerzo para mantener un ritmo constante. Si la frecuencia cardíaca o el ritmo esfuerzo comienzan a salirse de la zona correcta, sabe que es hora de esforzarse un poco más para volver a la intensidad adecuada. Al hacer esto innumerables veces durante el entrenamiento, Kilian puede identificar más fácilmente cuándo disminuye el esfuerzo durante una carrera y responder en consecuencia. Esta es la base de cómo entrena y compite con intención. No adivina, supervisa y ajusta.
No todo el mundo puede terminar tercero en la Western States, pero todos los corredores pueden utilizar un ritmo inteligente. El éxito de Kilian no se debió a perseguir a sus rivales. De hecho, se debió a saber cuándo no hacerlo. El mismo enfoque se aplica tanto si estás entrenando para tu primera carrera de 10 km como para tu próximo ultra.
Su regreso demuestra algo muy sencillo: cuando tienes tu enfoque de entrenamiento claro, confía en los datos que importan y escucha a tu cuerpo, así no solo sobrevivirás a una carrera como Western States, sino que la terminarás con fuerza. Esa lección se aplica tanto si persigues un podio como si persigues tu propia marca personal.