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La Goldsteig Ultra de Rafa Argote

665 kilómetros y 40700 metros de desnivel acumulado son los datos de la prueba más larga de Europa. Rafa Argote, segundo clasificado, comparte su experiencia personal para Territorio Trail Media.

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La carrera Goldsteig Ultra Race es la carrera non stop más larga de Europa con un recorrido de 665 kilómetros y un desnivel acumulado de 40.700 metros. El recorrido sigue en su mayoría el trazado de un camino GR del mismo nombre aunque con simbología propia. Discurre por tierras Bavaras y atraviesa varias áreas protegidas entre ellas el Parque Nacional de los Bosques Bávaros. Esta es una de la zona boscosa más extensas de Europea.

Para esta prueba he podido contar con el patrocinio de la empresa cordobesa de asesoría comercial Opera Global Bussines, la tienda Saltamontes y la marca italiana de ropa deportiva Montura. Este reto, eminentemente personal y deportivo, ha sido también benéfico. A través de la venta de kilómetros solidarios hemos recaudado fondos para la labor humanitaria que la Fundación la Arruzafa lleva, en el campo oftalmológico, en Magadascar. Operando, tratando y llevando materiales que escasean o directamente no hay como gafas, medicinas, etc, etc.

La carrera partió a mediodía de la localidad de Marktredwitz (Alemania) el día 13 de septiembre con un total de 28 atletas en la línea de salida y un total de cinco españoles en la parrilla de salida. La organización daba la posibilidad de elegir, previo pago, entre seis puntos de vida donde proveen de sitio para dormir, comida caliente, duchas y transporte de bolsas con material. Yo realizaba la prueba con apoyo de una compañera que en coche me proveería de lugar donde dormir y vituallas para tener mayor flexibilidad en las paradas.

La planificación de la carrera la teníamos perfectamente definida con puntos de intersección entre el trazado y lugares accesibles para el coche de apoyo. La estrategia la tenía clara; tirar fuerte los dos primeros días y luego gestionar esta ventaja hasta meta. Esto me distanció mucho del resto los dos primeros días pero me dejo sin piernas para el tercer día, que básicamente lo hice andando, algo que luego iría recuperando y me permitió volver a correr manteniéndome en la lucha por el podio.

El trazado espectacular en su conjunto es un continuo sube baja rompe piernas. Algunas subidas más importantes y bajadas técnicas terminan de adornar el desnivel. En mi contra el ser la primera vez que la corría y por ende el desconocimiento del terreno al que tras estudiar el primer día te habitúas. La organización nos guardaba algunas sorpresas, de manera puntual, que darían un sabor más salvaje poniendo al límite tus nervios y habilidades de navegación. Todo aderezado con el cansancio acumulado tras días y noches de competición. El recorrido, eminentemente campestre, combina pistas, senderos, caminos agrícolas y forestales, algo de asfalto de transición a las poblaciones de paso e incluso partes del trazado, donde la senda es inexistente, y en el que debes abrir tu camino entre cientos de árboles caídos, ciénagas, arroyos y densa vegetación.

Los bosques, interminables y muy frondosos, principalmente de pináceas y Hayas son los más oscuros que viera nunca. Incluso de día predomina la penumbra pareciendo la boca del lobo. Los lagos, arroyos y ríos son una constante en este paraíso verde donde el único tono amarillento que veríamos no sería otro que el provocado por la inminente llegada del otoño.

Pistoletazo de salida y tras escasos 500 metros me pongo en cabeza. Las horas y los kilómetros pasaban mientras lideraba la prueba sin atisbo de ningún otro participante. Sería por el kilómetro 130 cuando de la nada apareció Thomas, de nacionalidad Polaca acompañado de su novia, y me levanto las pegatinas a un ritmo infernal. Me vino muy bien por unos kilómetros, en que lo pude seguir, porque por primera vez podía desconectar de estar pendiente del trazado y aprovechar su navegación.

A las 31 horas de competición y cerca de 170 kilómetros recorridos se anunciaba ya la segunda noche y sufrí un mareo en uno de los avituallamientos con mi compañera, al punto que decidí que era hora de parar a dormir, no podía seguir. Una hora la pasé con tiriteras y luego conseguí descansar dos horas. En general me encontraría con mi coche de apoyo cada 30-40 kilómetros, alguna vez nos fuimos hasta los 65 kilómetros y al final que nos encontraríamos cada 20 kilómetros más o menos.

Las paradas para dormir las hacía durante la noche, que se prolongaba desde las 20 hasta las 7 más o menos. Los descansos oscilaron entre nada, 1 hora y media, dos horas, tres horas y un día que, creo nos dimos todos una tregua, y descansamos por 6 horas.

El tercer día recorreríamos una cuerda de picachos con ocho cimas de más de 1.000 metros: La barra de molino (1.080 m), el Ödriegel (1.156 m), el Schwarzeck (1.238 m), el Reischflecksattel (1.126 m), el Heugstatt (1.261 m), el Enzian (1.285 m) , el Kleine Arber (1.384 m) y el Großer Arber (1.453 m) y otras muchas secundarias. De material granítico con formaciones de 40 metros de altura en algunos casos plagadas de árboles y raíces que dificultaban tremendamente la progresión. Los picos, coronados todos con una cruz metálic de grandes dimensiones, se sucedían uno tras otro en un continuo sube baja con zonas de trepada, grandes escalones y pasos estrechos. El calor era sofocante y esto acrecentaba la idea de que estabas dando vueltas al mismo pico una y otra vez…atravesando, rodeando, subiendo y todas las maneras que os podáis imaginar de superar estos resaltes rocosos que te hacían pensar en el día de la marmota. Para colmo era domingo y todo el mundo estaba en el monte y tenías que ceder paso a veces a excursiones de 50 personas que ajenas a la competición nunca te daban la vez. A partir del cuarto día estaba claro que la carrera era cosa de cinco Adrian, Fabien, Thomas, Simon y yo mismo. Con todos ellos compartí breves momentos en carrera aunque eminentemente la haces en soledad. Sin duda al que más temí en su momento fue al inglés Simon por su gran fortaleza. Del resto de participantes solo quitarme el sombrero por la carrera realizada y los ratos compartidos. Nada más que estar en la línea de salida es meritorio luego acabar es un grandísimo logro.

Tras un largo tira y afloja de los cinco de cabeza de carrera finalmente la cosa se redujo a un trio que lucharíamos por el podio. Adrian consiguió una ventaja que supo gestionar hasta el final para conseguir la victoria cruzando la meta en la población de Gutenland. Yo quedaría en segunda posición tras 165 horas y 58 minutos con el francés Fabien pisándome los talones. La cabeza de carrera entramos en una horquilla de 1 hora y 53 minutos lo que refleja lo apretado del final tras casi siete días y siete noches de competición.

En general una experiencia que personalmente supera cualquier vivencia deportiva anterior llevándote por lo más recóndito y oscuro del alma y la mente pero a la vez siendo una gran fuente de luz que te transporta, ya sea por el cansancio, agotamiento, desnutrición y deshidratación, hasta estados físicos/mentales cercanos al límite del cuerpo humano.

En definitiva un sueño cumplido, una recompensa a año y medio de entrenamiento con un segundo puesto con sabor a gloria para un amateur autónomo que como otros muchos araña horas al día para sacar los duros entrenos que una prueba lleva consigo.

P.D. De contador, con mí GPS, me salieron 704,30 kilómetros.

 

 

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